Reseña: Matar un ruiseñor

El trabajo que me va a costar hacer esta reseña no lo sabéis vosotros, y no porque no sepa qué deciros, sino porque voy a tener que contenerme de mala manera para no ponerme aquí a fangirlear como una loca. Pero bueno, trataré de ser lo más concisa y eficiente posible en dar mi opinión sobre este libro a pesar de que se ha convertido en mi novela favorita, desbancando a "La historia interminable", con lo cual, imaginad lo que me va a costar.

Matar un ruiseñor es una historia escrita por Harper Lee, publicada en 1960 y ambientada en los años treinta, que narra (a rasgos muy, muy generales), desde los ojos de una niña pequeña, el conflicto y juicio de un joven negro al que acusan de agredir a una chica blanca. 

Este libro, como ocurre con las grandes cosas de la vida, llegó a mí sin motivo aparente. No sé por qué quería leerlo, pero quería, así que me lo prestaron (luego descubrí que mi madre tenía una edición cochambrosa del 82, pero que iba a ser mía después de todo, así que la quiero y acepto con todas sus roturas) y comencé a leer.

Hay tener muy claro que esta novela no pretende enganchar, ni desarrollar una trama de infarto. No hay misterios que te hagan comerte las uñas, ni acción, y, de hecho, no pasan demasiadas cosas "importantes". Matar un ruiseñor no es una historia trepidante, pero sí la que más cosas tenía que contar de todas las que he leído en mi vida. Está llena de mensajes increíbles, de inocencia, de bondad, de tolerancia, comprensión y perdón en un entorno donde el racismo tiene un peso muy importante. A través de los ojos de Jean Louise Finch (Scout) asistiremos a muchos conflictos morales abordados desde un punto de vista inmejorable, el de una niña con una mirada sin prejuicios que, no obstante, puede corromperse por los prejuicios de los demás, una mirada que todavía alberga esa inocencia por la que nos lo cuestionamos todo sin juzgarlo, una mirada curiosa que desea saber, confundida a veces, que percibe de esa manera especial que solo tienen los niños. 

Gregory Peck como Atticus Finch.

La elección de Scout como protagonista es absolutamente perfecta para que recibamos los mensajes de la novela de una manera sencilla y limpia de las preconcepciones que podría tener un adulto. Ella es la visión con la que observamos los conflictos de una historia en la que tenemos dos realidades: por un lado está lo que Scout ve, lo aparente, lo fácil, lo que se interpreta a simple vista, y por otro, como punto compensador, está el padre de Scout, Atticus Finch.

No miento si digo que Atticus es el personaje más increíble con el que me he topado jamás. Es la encarnación de lo correcto, de lo justo, de lo humilde, lo bueno, lo equilibrado y lo decente. Para cualquier problema en tu vida podrías preguntarte: ¿qué haría Atticus? Porque si él lo haría es que es lo que se debería hacer.

Atticus es el personaje a través del cual se nos transmiten la mayoría de los mensajes de la novela, casi siempre mientras intenta hacerles comprender la realidad a sus hijos, educarlos para que sean justos, tolerantes, críticos y buenas personas. De verdad que me faltan las palabras para describiros lo maravilloso que es y lo muchísimo que lo adoro. Sí, también es debido a que Atticus encaja conmigo de una manera muy personal porque... digamos que toca puntos clave de mi corazoncito que me obligan a quererle, pero más allá de mi veneración por razones personales, no creo que haya alguien que pueda leer esta novela sin que piense alguna vez que es impresionante, un héroe sin capa ni antifaz que hace todo lo que puede con lo que tiene.
La relación que tiene con sus hijos es maravillosa, la forma que Scout tiene de contarnos lo que ve, lo que siente, lo que cree que ven y sienten los demás está genialmente conseguida. No tengo peros, no tengo críticas que hacerle, es una novela que consigue de manera formidable lo que pretende y que a mí me ha robado el corazón descaradamente.

Para acabar, algunas citas y fragmentos de los muchos que me han llegado al alma:

«El hecho de que hayamos perdido cien años antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer».

«—No te inquietes por nada —me dijo—. No es tiempo de inquietarse».

«Hay algo en nuestro mundo que hace que los hombres pierdan la cabeza; no sabrían ser razonables aunque lo intentaran. En nuestros Tribunales, cuando la palabra de un negro se enfrenta a la de un blanco, siempre gana el blanco. Son feas, pero las realidades de la vida son así».

«[...] siempre que un hombre blanco abusa de un negro, no importa quién sea, ni lo rico que sea, ni cuán distinguida haya sido la familia de que procede, ese hombre blanco es basura. —Atticus estaba hablando tan sosegadamente que la última palabra fue como un estallido en nuestro oídos. Levanté la vista y su cara tenía una expresión vehemente—. A mí nada me da más asco que un blanco de baja estofa que se aproveche de la ignorancia de un negro. No os engañéis, todo se suma a la cuenta, y el día menos pensado la pagaremos. Espero que no sea durante vuestras vidas».

«—[...]No, Jem, yo creo que solo hay una clase de personas. Personas.

—Eso pensaba yo también —dijo por fin— cuando tenía tu edad. Si solo hay una clase de personas, ¿por qué no pueden tolerarse unas a otras? Si todos son semejantes, ¿cómo salen de su camino para despreciarse unos a otros? Scout, empiezo a comprender por qué Boo Radley ha estado encerrado en su casa todo este tiempo... Ha sido porque quiere estar dentro».

«—[...] cuando por fin le vieron, resultaba que no había hecho nada de todo aquello... Atticus, era un chico bueno de veras...

Las manos de mi padre estaban debajo de mi barbilla, subiendo la manta y arropándome bien.

—La mayoría de las personas lo son, Scout, cuando por fin las ves».

Resumiendo: TENÉIS que leerlo.

Valoración
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