sábado, 1 de diciembre de 2012

Relato: Infección


¡Saludos, bloggeros!

Hoy, por primera vez, voy a publicar algo que yo misma he escrito en un blog. Y sí, evidentemente va a ser en el mío. Se trata de un relato bastante corto que escribí hace semanas y que me gustaría compartir con vosotros para que me deis vuestra opinión. Os aseguro que, mala o buena, será bien recibida  :)
Aquí os lo dejo. Espero que lo disfrutéis.


    El aire estaba cargado del hedor de la muerte. Más de cincuenta personas estábamos recluidas en aquella habitación, la mayoría sentadas en el suelo y otras de pie, caminando con gesto nervioso. Algunos hablaban en susurros para que el resto no les oyera, otros abrazaban a sus familiares enfermos, los cuales yacían tendidos con el rostro amoratado y los ojos inyectados en sangre.
   Se oían voces apagadas por la tristeza, lamentos de pérdida escritos con desesperación en los semblantes sombríos de miradas ausentes, que esperaban a que alguno de aquellos médicos de batas blancas llegara y les dijera qué estaba ocurriendo. Pero yo ya lo sabía.
    Hacía una semana la ciudad se había visto asolada por una contagiosa enfermedad que segó las vidas de más de dos mil personas en menos de tres días. Al sexto comenzaron a encerrarnos como animales en abarrotadas zonas de cuarentena… a morir. Y fueron muchos los que murieron; mis padres habían muerto, toda mi familia había muerto, todos menos lo único que me quedaba en aquel mundo infectado de muerte, y que en aquel instante se abrazaba a mi cuerpo como si quisiera hallar un eterno refugio en él.
    Mi hermano solo tenía siete años, pero como muchos, ya había visto más desgracias de las que podían soportarse en toda una vida. Él tenía miedo, temblaba y lloraba a veces, pero yo no. Yo debía mantenerme alerta como un animal bajo la amenaza de su cazador; debía observar… esperar, y cuando se diera la ocasión, debía huir para salvar nuestras vidas.
    Un sollozo colmó la mustia quietud que lo inundaba todo, y cuando dos hombres armados entraron para hacernos salir, yo cogí a mi hermano fuertemente de la mano, notando su fría piel contra la mía. Su infantil rostro mostraba verdadero pavor, y aunque una inmensa inquietud comenzó a devorarme las entrañas, procuré contenerme y mantenerme serena, pues yo sabía que el momento que esperaba había llegado; sabía que era el momento de escapar. Y también sabía que podría conseguirlo; costara lo que costara, fuera cual fuera el precio que tuviera que pagar, conseguiríamos salir de allí, alejarnos de la muerte, la enfermedad y comenzar un nuevo principio. ¿Dónde? ¿Cómo? Eso no importaba. Solo importábamos nosotros y aquello que bullía como una intensa llama en mi interior; aquello que me instaba a seguir y no rendirme; a levantarme de las caídas y a mirar con desafío a la propia muerte; a lo que me aferraba con toda la fuerza de mi ser y a lo que no estaba dispuesta a renunciar: esperanza. 

8 comentarios:

  1. El único fallo que le veo es que es un fragmento muy corto. QUIERO MÁS!! MÁS!!!
    Ahora en serio, está increíble n_n

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  2. Me uno a la opinión de Clara, me he quedado con ganas de más, ¿dónde está la siguiente página?

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    1. Jajaja pues lo cierto es que no hay más. Este relato surgió un poco de la nada, de alguna canción creo como tantísimas otras ideas, pero no tiene continuación. Lo siento, pero me alegro de que os hayáis quedado con las ganas. Eso es buena señal XD

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  3. Sí, pero eso no se le hace a las personas, hombre...yo las entiendo...

    La esperanza sobreviviendo a los momentos más duros...¡Qué bien escribes, hija de tu madre...!

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  4. Señoras y señores, Inmaculada Silva Calderón, mi mayor y primer fan XD

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  5. ¡Laura! Por fin encuentro tiempo, las horas se escapan siempre de mi, parece que me tienen miedo jaja. Me ha gustado mucho, de verdad. Escribes que da gusto, y es un placer leerte. Algún día leeré un libro firmado con tu nombre, estoy segura.

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