¡Saludos, bloggeros!
Hoy, por primera vez, voy a publicar algo que yo misma he escrito en un blog. Y sí, evidentemente va a ser en el mío. Se trata de un relato bastante corto que escribí hace semanas y que me gustaría compartir con vosotros para que me deis vuestra opinión. Os aseguro que, mala o buena, será bien recibida :)
Aquí os lo dejo. Espero que lo disfrutéis.
El aire estaba cargado del hedor
de la muerte. Más de cincuenta personas estábamos recluidas en aquella habitación,
la mayoría sentadas en el suelo y otras de pie, caminando con gesto nervioso.
Algunos hablaban en susurros para que el resto no les oyera, otros abrazaban a
sus familiares enfermos, los cuales yacían tendidos con el rostro amoratado y
los ojos inyectados en sangre.
Se oían voces apagadas por la
tristeza, lamentos de pérdida escritos con desesperación en los semblantes
sombríos de miradas ausentes, que esperaban a que alguno de aquellos médicos
de batas blancas llegara y les dijera qué estaba ocurriendo. Pero yo ya lo
sabía.
Hacía una semana la ciudad se
había visto asolada por una contagiosa enfermedad que segó las vidas de más de
dos mil personas en menos de tres días. Al sexto comenzaron a encerrarnos como
animales en abarrotadas zonas de cuarentena… a morir. Y fueron muchos los que
murieron; mis padres habían muerto, toda mi familia había muerto, todos menos
lo único que me quedaba en aquel mundo infectado de muerte, y que en aquel
instante se abrazaba a mi cuerpo como si quisiera hallar un eterno refugio en
él.
Mi hermano solo tenía siete años,
pero como muchos, ya había visto más desgracias de las que podían soportarse en
toda una vida. Él tenía miedo, temblaba y lloraba a veces, pero yo no. Yo debía
mantenerme alerta como un animal bajo la amenaza de su cazador; debía observar…
esperar, y cuando se diera la ocasión, debía huir para salvar nuestras vidas.
Un sollozo colmó la mustia
quietud que lo inundaba todo, y cuando dos hombres armados entraron para
hacernos salir, yo cogí a mi hermano fuertemente de la mano, notando su fría
piel contra la mía. Su infantil rostro mostraba verdadero pavor, y aunque una
inmensa inquietud comenzó a devorarme las entrañas, procuré contenerme y
mantenerme serena, pues yo sabía que el momento que esperaba había llegado;
sabía que era el momento de escapar. Y también sabía que podría conseguirlo;
costara lo que costara, fuera cual fuera el precio que tuviera que pagar,
conseguiríamos salir de allí, alejarnos de la muerte, la enfermedad y comenzar
un nuevo principio. ¿Dónde? ¿Cómo? Eso no importaba. Solo importábamos nosotros
y aquello que bullía como una intensa llama en mi interior; aquello que me
instaba a seguir y no rendirme; a levantarme de las caídas y a mirar con
desafío a la propia muerte; a lo que me aferraba con toda la fuerza de mi ser y
a lo que no estaba dispuesta a renunciar: esperanza.
El único fallo que le veo es que es un fragmento muy corto. QUIERO MÁS!! MÁS!!!
ResponderEliminarAhora en serio, está increíble n_n
¡¡Muchas gracias, Clara!! ^_^
EliminarMe uno a la opinión de Clara, me he quedado con ganas de más, ¿dónde está la siguiente página?
ResponderEliminarJajaja pues lo cierto es que no hay más. Este relato surgió un poco de la nada, de alguna canción creo como tantísimas otras ideas, pero no tiene continuación. Lo siento, pero me alegro de que os hayáis quedado con las ganas. Eso es buena señal XD
EliminarSí, pero eso no se le hace a las personas, hombre...yo las entiendo...
ResponderEliminarLa esperanza sobreviviendo a los momentos más duros...¡Qué bien escribes, hija de tu madre...!
Señoras y señores, Inmaculada Silva Calderón, mi mayor y primer fan XD
ResponderEliminar¡Laura! Por fin encuentro tiempo, las horas se escapan siempre de mi, parece que me tienen miedo jaja. Me ha gustado mucho, de verdad. Escribes que da gusto, y es un placer leerte. Algún día leeré un libro firmado con tu nombre, estoy segura.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Maisha :)
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