Canción para leer
-Sabes que iré -le aseguró ella sin mostrar flaqueza alguna.
Su
padre la miró con sorpresa y resentimiento; su rostro rasgado por las grietas
del tiempo daba un aire pétreo a su expresión, la cual se arrugaba con fiereza
y mostraba impotencia y desasosiego. Sabía que su hija ya había tomado una
decisión.
-No
es lo correcto... -se limitó a decir sin apartar la mirada de la hoguera, con
una voz que expresaba amargor y reproche.
Ella
observó su fuerte y robusta figura recortada ante las llamas; su recia y blanca cabellera, que descansaba en unos hombros curtidos y cansados. En aquel instante
sintió tristeza y miedo, pero no por el camino que estaba dispuesta a seguir,
sino porque al seguirlo no volvería a verle jamás.
-Es
lo que elijo... padre.
Y
tras decir aquellas palabras, la joven guerrera se marchó haciendo resonar el
hierro de sus botas sobre el suelo de piedra, dejando a solas al hombre que un
día lo había sido todo para ella; el hombre bajo el que habían caído reinos
enteros, ante el cual se habían inclinado miles de personas. El hombre
orgulloso y afligido que observaba las llamas de la chimenea como un árbol
viejo, cansado de contemplar las eras del mundo, y cobarde al ser incapaz de
suplicarle a su hija que no lo abandonara.
En
un movimiento inconsciente llevo su robusta mano hasta la empuñadura de la
espada que llevaba atada al cinto. Una espada que había segado innumerables
vidas y que lo había acompañado desde que era un niño. Sintió el peso del acero
envuelto en el cuero de su vaina y le pareció que su filo se quebraba.
Sin
embargo, no había sido la hoja afilada lo que acababa de agrietarse, sino él
mismo.
Ya
no quedaba nada de lo que una vez había sido. Ahora solo era un hombre viejo y
roto.
Tan
viejo, vacío… y roto.
Tan profundo como siempre... Al menos ese hombre un día fue alguien grande :)
ResponderEliminarAsí está mucho mejor. Parece una escena de una película, jeje..
ResponderEliminarLa canción no la había visto antes, la verdad, pero le queda mucho mejor.