La Gran Depresión fue una crisis mundial que estalló en 1929 y se extendió a lo largo de los años treinta. La primera vez que vi en imágenes el aspecto de Estados Unidos durante esta época fue viendo la serie Carnivàle, donde los protagonistas pertenecen a un circo de los horrores que intentan ganarse la vida como pueden divirtiendo a los pueblos empobrecidos durante unos años en los que el sonido de una feria podía sonar como el paraíso.
Hace mucho, mucho tiempo que vi Carnivàle por primera vez y, a pesar de que su ambientación estaba llena de pobreza, ropas sucias, miseria y parajes desérticos, me cautivó. Fue entonces cuando di con esta fotografía, tomada por Dorothea Lange, la más famosa de su colección, llamada «Madre Inmigrante».
Esta imagen, sencillamente, me cautivó y me conmovió como pocas fotografías lo habían hecho. Hay en ella tanta tristeza y tanta belleza al mismo tiempo que me dejó sin habla. La postura de la mujer, la mirada perdida, los niños ocultándose tras ella, el bebé de carita sucia dormido en su regazo, las arrugas tempranas de su piel... Conmovedora, dura y preciosa.
La mujer en la foto es Florence Owen Thompson, pero Lange aparentemente nunca supo su nombre. Florence Owens, una madre de 32 años con 7 hijos, vivía en una tienda de campaña y comía a base de guisantes helados y pájaros que cazaban los niños. El día que Lange la conoció, acababan de vender las ruedas de su coche para poder comprar comida.
Lange la fotografió hasta seis veces. Siempre en la misma posición, pero en cada disparo de su cámara, Lange se acercaba un poco más a Florence y a sus hijos. Finalmente le realizó un retrato en primer plano junto con tres de sus hijos que se convirtió en su fotografía más conocida. Dorothea describió así su encuentro:
«Vi y me acerqué a la famélica y desesperada madre como atraída por un imán. No recuerdo cómo expliqué mi presencia o mi cámara, pero recuerdo que ella no me hizo preguntas. No le pedí su nombre o su historia. Ella me dijo su edad, que tenía 32 años. Me dijo que habían vivido de vegetales fríos de los alrededores y pájaros que los niños mataban. Acababa de vender las llantas de su coche para comprar alimentos. Ahí estaba sentada, reposando en la tienda con sus niños abrazados a ella y parecía saber que mi fotografía podría ayudarla, y entonces me ayudó. Había una cierta equidad en esto».
A partir de ese momento me enamoré de las fotografías de Lange y de la época, en las que se refleja la desesperación de millones de familias que tuvieron que emigrar y abandonar sus hogares con la esperanza de hallar un lugar donde vivir. La mayoría, como en el caso de Florence, malvivían en campos de refugiados o en tiendas de campaña que levantaban en cualquier parte esperando que algo les salvara.
No sé por qué exactamente me fascina tanto esta época, porque evidentemente jamás querría vivirla, pero me atrae y me conmueve, no puedo evitarlo. Y cuando, hace poco, vi «Las uvas de la ira» (que refleja maravillosamente el duro viaje que muchas familias tuvieron que hacer para encontrar trabajo), esta fascinación quedó confirmada. La película tiene un 10/10 porque es increíble, pero creo que también me gustó tantísimo porque es como asomarse por una ventana a la Gran Depresión americana y ver en movimiento lo que había estado tanto tiempo viendo en fotografías.
He recopilado las imágenes que más me gustan para compartirlas con vosotros. La mayoría son de Dorothea Lange, pero también hay varias del fotógrafo Ben Shahn. Espero que disfrutéis cada detalle, porque no hay ninguno que no tenga desperdicio.
Desde luego son unas fotografías... iba a decir preciosas. ¿Cabe el adjetivo "precioso" en este contexto?... En fin, me ha encantado la de las piernas con las medias rotas. Uf.
ResponderEliminarGracias por la selección.
Saludos
La de las medias rotas es mi favorita. Nunca unas medias han dicho tanto!
Eliminarmuy buena reseña aunque algo triste :)
ResponderEliminarmuy buena reseña pero uy duras imagenes me recuerdan a esas pelis que me hacen llorar
ResponderEliminarNo puedo evitar acordarme de Jose María Lora, ya sabes por qué...
ResponderEliminarHay que ver cuánto se puede saber de una época con esas pocas imágenes, eh?? Son preciosas. No todas me gustan, evidentemente, pero la mayoría son preciosas. Me quedo con la de los dos niños, uno de frente y otro de espaldas y la de las piernas con cicatrices...qué cosa más bonita, por dios
No son cicatrices, son las carreras y roturas de las medias xD
EliminarSon imágenes muy tristes, pero a su vez poseen una gran belleza... es extraño, ¿no?
ResponderEliminarVenía a decirte que te he nominado a un premio, no sé si ponerte el link es spam... pero me conformo con que lo veas: http://bailandoentrepalabras.blogspot.com/2014/09/primer-very-inspiring-blogger-award.html
Si que son preciosas, pero tristes.Una mezcla muy rara.
ResponderEliminarUna entrada genial como siempre, Laura, eres una gran blogger.
un besito
Me ha encantado la entrada. También me interesa mucho esa etapa histórica.
ResponderEliminarImpresionante esta entrada (y sí, como dices, muy Steinbeck). Quiero decir que me encantan estas fotografías pero no puedo, me horrorizan. Pero no me entiendas mal, son tan poderosas estas capturas que te pones en la piel de los capturados en ellas y, bueno, qué te voy a contar, en realidad esas mismas imágenes se están dando ahora en Grecia, Rumanía, Hungría, Serbia... lo vemos todos los días en los telediarios y lo oimos por la radio. La desesperanza, el miedo a un futuro ya no incierto sino inexistente. Y eso es lo que se ve aquí; habría que ser muy insensible para no darse cuenta que incluso las pocas sonrisas parecen irónicas, falsas pero verdaderas, carentes de sentido, el que ríe de verdad tiene un brillo en los ojos y estas personas no lo tienen. No tienen nada, ni siquiera esperanza. Y eso es un grito que se oye a través de estas fotografías.
ResponderEliminarY quiza lo peor de todo es que en nuestro egoísmo involuntario evitamos hablar de este tema porque sabemos que una vez nuestros mayores pasaron por esto mismo, que hay mucha gente pasando por esto en las calles, aunque no queremos verlo, y tenemos miedo a que nos toque pasar por ello a nosotros, el hilo entre la seguridad y la falta de esperanza es muy fino.
Gracias por esta entrada Laura, muchos besos